Había vino en La Vera ya en la Edad del Bronce y corría el vino en la romana Emerita Augusta. Pizarro y Hernán Cortés llevaron el vino extremeño a América y en el siglo XX, el cultivo de la vid explotó en Extremadura.
Llegaron entonces años de cantidad, tiempos monovarietales de una uva, la pardina, y mucho vino blanco. Pero acabando el siglo XX, todo cambió.
La tempranillo trajo la variedad y los campos de las riberas Alta y Baja del Guadiana, de Montánchez y Cañamero, de Tierra de Barros y Matanegra vieron crecer uvas distintas. 100.000 hectáreas acogieron parras de macabeo, chardonnay o sauvignon blanc, uvas nuevas para vinos blancos diferentes… Y tintos: cabernet sauvignon, garnacha… Cambiaron las uvas y la mentalidad.